Desde la última dictadura cívico
– militar – eclesial, la Argentina ha confirmado la deriva neoliberal que año a
año parece acentuarse en un camino sin retorno. Está claro, y salta a la vista,
que el modelo económico de concentración de la riqueza en manos de muy pocos
(con una marcada extranjerización de la economía a manos de las multinacionales
o capitales nacionales asociados), la profundización del modelo extractivista y
la especulación financiera vinieron para quedarse. La contracara de ese modelo
es la consolidación de un núcleo de pobreza dura (siempre de dos dígitos) con
alto nivel de desempleo y desgarradores índices de indigencia.
También está claro que no todos
los gobiernos son iguales. El macrismo (como previamente había sido el
peronismo menemista de los 90`) representa la puesta en escena más brutal y
desfachatada del discurso neoliberal, intentando borrar todo atisbo de
resistencia y organización de lxs trabajadorxs. Dicho esto, debemos marcar que
existe una incapacidad por tocar los nudos centrales del esquema también en
aquellos gobiernos que se dicen progresistas (pensemos en el alfonsinismo o el
kirchnerismo en sus diferentes variantes). Como ejemplo contundente, en los
mejores momentos del kirchnerismo cuando la macroeconomía (de la mano de los
precios internacionales de las materias primas) estaba relativamente equilibrada
y cuando se pudo recuperar cierto nivel de empleo y bajar la línea de la
pobreza post 2001, por decisión política no se tocó el corazón del modelo
neoliberal. Cuando la situación económica internacional cambió, el modelo K se
mostró endeble y no pudo contener el avance derechista de la mano de los mismos
empresarios que fueron cobijados y “se la llevaron en pala” durante esos años.
La llegada del macrismo fue un
duro golpe para la clase trabajadora; nunca en la Argentina post Ley Saenz Peña
había gobernado, electa democráticamente, la derecha más rancia, es decir, los
dueños del poder real. Además, encabezados por tecnócratas berretas del capital
financiero especulativo que utilizaron al Estado para hacer pingües ganancias
en tiempo record, como bien están acostumbrados. En cuatro años destrozaron al
país empeorando todos los índices socio económicos y dejándonos con un nivel de
endeudamiento externo imposible de afrontar si es que no se desea pagar el
costo de la miseria.
El gobierno de Alberto Fernández ni
siquiera retoma el proceso del Kirchnerismo, que, aunque sus medidas eran pro
patronales, el dinero de las commoditties proporcionaba resto para que hiciera
algunas concesiones económicas paliativas de algunas necesidades de nuestro
pueblo. Cuando Alberto fue jefe de gabinete, se retiró del gobierno de Cristina
ante las primeras escaramuzas contra los grupos concentrados de la economía,
indignado ante tales amagues. Hoy decide surfear esta crisis pandémica defendiendo
las ganancias empresarias, manteniendo el modelo extractivista, dialogando con
el FMI, la UIA y retrocediendo una y otra vez ante los embates del poder
económico, político y judicial. Si bien mantuvo una política de preparar el
sistema de salud y de aislamiento preventivo, paulatinamente fue cediendo ante
la derecha, llegando a niveles de contagio y mortandad cercanos a los peores números
de Latinoamérica. Está claro que la pandemia desató una crisis económica
internacional sin parangón en la historia del capitalismo, pero también creemos
que dicha crisis ofrecía la posibilidad de poner en cuestión los pilares que
sustentan este modelo de desarrollo desigual y que condena a la miseria a más
de la mitad de la población. Los números de Argentina son alarmantes: 1 de cada
3 hogares son pobres; lo mismo que el 42% de la población (es decir, casi 12
millones de pobres). La indigencia alcanza al 11% de la población, esto es,
tres millones de personas. Un dato elocuente de la crisis del sistema en el que
estamos insertos es el Salario Mínimo Vital y Móvil que a mayo del 2021 fue
fijado en 24408 pesos siendo que la línea de indigencia es de 25,685 pesos. Que
un gobierno peronista haya sellado ese acuerdo salarial bestial (inmoral por
donde se lo mire) demuestra la profundidad de la crisis y el nivel de
compromiso que tienen estos gobiernos con los pedidos de AJUSTE, que provienen
de los distintos focos de poder económico que, a su vez, ni siquiera con estos
números, se muestran conformes. Con todos estos datos sobre la mesa, no se
puede si quiera dudar que el camino es el no pago de la deuda, más considerando
que es una deuda ilegitima y fraudulenta, y desde un gobierno que pretenda
poner el centro en la salud y el bienestar del pueblo, solo se puede avanzar en
la investigación, auditoria y juicio a quienes se beneficiaron con ese dinero. Evidenciamos
en estos días una exasperación de los discursos opositores al gobierno con
resonancias golpistas y con tintes fascistas, alineándose con las formulaciones
impuestas desde la derecha internacional.
No hay un solo camino para
enfrentar estos problemas como intenta convencernos el peronismo: las grandes
rebeliones de los pueblos latinoamericanos encabezados por los procesos
desatados en Chile y Colombia alientan la esperanza de transformar de raíz el
sistema neoliberal que no es más que la forma de dominación que adoptó el
capitalismo para el siglo XXI.
¿Y la escuela cómo anda?
La vuelta a un nivel de confinamiento más alto y de la política de presencialidad en las escuelas demostró con claridad que, en pleno pico de contagios, continuar con la movilización cotidiana de millones de personas era un acto criminal. La escuela, sigue siendo un elemento central en la vida cotidiana de las familias. Bastaba ver en horas pico el transporte público funcionando con “normalidad” (es decir, desbordado de pasajeros/as) para entender que algo no andaba bien. Poner en marcha el sistema presencial sin las garantías necesarias iba indefectiblemente a terminar en tragedia. Decenas de docentes fallecidxs en todo el país es el saldo de una política que, sin grietas, intentó hacer de las escuelas un lugar para la propaganda electoral sin importar cómo era la situación real de los colegios, ni la forma de trasladarse hacia las escuelas de docentes, alumnxs y familiares, ni los elementos de cuidados necesarios ante el COVID. El precio de tamaña decisión lamentablemente es la muerte de cientos de personas y contribuyó a la saturación del sistema de salud.
Sobrecarga laboral y avasallamiento de derechos
En la vuelta a la presencialidad
durante este 2021 experimentamos dentro de la escuela el mismo nivel de
sobrecarga que tuvimos durante el 2020 a nivel de la virtualidad. Los “protocolos” y “circulares” con la excusa
de la crisis, contrariando a toda lógica estatutaria, intentaron obligar a que
“todxs lxs docentes seamos responsables de todxs los alumnxs”, desplazándonos
de las tareas para las que fuimos contratados y que figuran al momento de
asumir nuestros cargos. La pretendida bi-modalidad generó la duplicación de
trabajo ya que a las tareas presenciales debían sumarse tareas de tipo virtual.
Como si esto no fuera todo se nos piden diferentes planificaciones coordinando
con docentes de otras áreas y se nos obliga a continuar trabajando con
aquellos/as alumnos/as que no han podido acreditar los contenidos del año
anterior y enseñar también para las previas de años anteriores. Acompañamiento
que debemos seguir haciendo a pesar de que ya estamos atendiendo a la matricula
del 2021 que nos corresponde; todo esto en un marco de sabotaje continuo a los
actos públicos y la no/cobertura de miles de cargos que por POF deberían tener
las escuelas. Las necesidades reales de les estudiantes y las innovaciones
pedagógicas deberían implicar la creación de cargos y de horas institucionales
(como las que se pagan en los países donde se implementan), sin embargo, como
parte del ajuste en educación, el Gobierno opta por asignarnos a les docentes
múltiples roles por el mismo salario.
Un simple ejemplo de esto, muchas
veces naturalizado, es que muy pocas escuelas de nivel primario tienen asignada
la figura del preceptor (que sí existe en muchas escuelas de inicial). El
nombramiento de estos cargos tendría un efecto aliviador muy grande dentro de
la escuela primaria y generaría cientos de puestos de trabajo.
Todo esto en el marco de
recomposiciones salariales a la baja, concedidas por las burocracias sindicales
alineadas con el gobierno. El 14% que se incorporó a nuestro sueldo percibido
en abril, la inflación ya lo superó, poniéndose en un 17%. Esto sin contar que
nunca recuperamos el 15% que perdieron nuestros sueldos el año pasado.
Por otro lado, Para aquellos/as
docentes con un solo cargo la posibilidad de vivir con dignidad es cada vez más
dificultosa. La salida que se ven obligadxs a tomar es la de es buscar más
horas y autoexplotarse, algo que el sistema implosionado, ni siquiera está
permitiendo en estos años de pandemia.
¿Y el sindicato?
Ante cada retroceso de nuestros
derechos, como el avance de la flexibilización y la sobrecarga la conducción garantiza
que no haya luchas. Nos lleva a defendernos en solitario en las escuelas, y
plantean que desde el gobierno está todo resuelto. Para la conducción de
SUTEBA, si hay un problema no es responsabilidad del gobierno, sino de algún
funcionario que “no funciona”. En el
mejor de los casos hace una reunión con un sector particular de la docencia,
como con los docentes de especial, que irracionalmente el gobierno expone ante
la pandemia.
Lo que nos diferencia de la
conducción actual es el modelo sindical que encarnamos. Esta conducción es la
que acordó el Reglamento General de Escuelas, que flexibiliza nuestro Estatuto.
También le regaló una gestión pacifica a Vidal, cuyo resultado resultó en el
deterioro tremendo de las escuelas, una baja salarial acelerada, y el terrible costo
de las vidas de Sandra y Rubén. Es la conducción que en vez de luchar planteó
que “había que votar bien”. Hoy se encuentra gobernando el proyecto político
para el que militaron y cada vez están más integrados al Estado con cargos
electos o por decisión política. Por ello cada reunión de delegados solamente
se dedican a defender la gestión nacional y provincial. Los sindicatos son para
representar a los trabajadores ante el gobierno, sin embargo, la Celeste
representa a los patrones ante los trabajadores.
Es evidente, que estas políticas
educativas -que atraviesan diferentes gobiernos- tienen que ver con la
necesidad de adecuar el sistema educativo a los requerimientos del modelo de
desarrollo capitalista actual. Primero con el macrismo y luego con la excusa de
la pandemia, se aceleró el proceso de puesta en práctica de este paquete de
medidas que tiende a la flexibilización del trabajo docente atentando con
derechos ganados como la permanencia en el cargo, la posibilidad de
movimientos, que nuestro sueldo no esté atado a ninguna variable relacionada
con el mal llamado “rendimiento”, etc.
Es fundamental tomar conciencia
de nuestro rol como sujetos políticos, como actores sociales y como educadores,
no podemos dejar que la escuela se piense desde escritorios alejados de
nuestros barrios por pedagogos mercenarios pagados por empresas multinacionales
disfrazadas de ONGs, que ven a nuestros estudiantes como futura mano de obra
barata y disciplinada. Para formar sujetos pensantes, críticos y activos,
debemos entender la política educativa y laboral que nos intentan imponer,
organizarnos para defender los derechos ganados y conquistar los que faltan.
# Educación pública, de calidad, laica y científica.
# Dispositivos e internet para estudiantes y docentes. Universalización
del SAE.
# Creación de cargos. Respeto por la carga horaria. No a la sobrecarga
laboral.
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