jueves, 9 de diciembre de 2021

Balance del bienio, desde las escuelas.

 


 No es novedoso decir que los años 2020 y 2021 fueron diferentes a todo lo conocido, a nivel general y mundial, tampoco es nuevo opinar de la escuela en la pandemia, lo que pretendemos con este texto es aportar al análisis y a la reflexión colectiva como docentes,  en primera persona y a partir de la experiencia: un balance desde las escuelas.
  



 

La desconexión.

Las clases en 2020 se continuaron dictando, se enseñó todo el año, la pregunta es si se aprendió, para responderla hay que considerar dos cuestiones importantes. Por un lado, quedó en evidencia, para quienes alguna vez lo dudaron, que nada reemplaza a las clases presenciales porque la educación es un proceso vincular, por lo que nadie pondría hoy en cuestión el hecho de que, de manera remota, muches estudiantes continuaron con sus aprendizajes en menor nivel de profundidad, consecuencia que entendemos necesaria en pos de las medidas de cuidado de la salud comunitaria en plena pandemia. Por otro lado, cabe preguntarse qué parte del estudiantado accedió a esos aprendizajes, les docentes sabemos que una muy pequeña. La falta real de dispositivos y conexión a internet nos impidió a docentes de la escuela pública exigir la presencia en clases sincrónicas, esto imposibilito la vinculación y la rutina, al menos virtuales. Y entonces la desconexión paso a ser también pedagógica, generando una brecha con la educación privada y con quienes sí tenían los medios para conectarse.

 

Parches…

Para garantizar la gratuidad de la educación, sin hacer que las empresas liberaran internet, ni costear desde el estado el servicio en los hogares que lo necesitaban, comenzaron a circular revistas educativas que ninguna relación tenían con lo que se trabajaba en las aulas, ni siquiera antes de la pandemia. En algunas escuelas, se impuso el uso de esas actividades para nivelar al curso, para nivelar desgraciadamente para abajo, ya que las consignas, antes nunca trabajadas, eran imposibles de resolver para el estudiantado. Algunos programas de financiamiento a impresiones de trabajos hechos por les docentes llegaron por momentos, sin especificaciones sobre si eran única entrega y había que administrarlos para lo que quedaba del año o si vendrían con frecuencia para armar un plan con cierta continuidad, siendo esto solo un ejemplo del factor común del Bienio...

 

La incertidumbre.

Cada semana, cambiaban las reglas, las exigencias, los cronogramas. Cada semana una nueva normativa, circular o comunicado, en muchas ocasiones explicando lo que se había anunciado previamente en televisión. Eso sucedió en relación a la evaluación, a los contenidos e incluso a la presencialidad.

 

Volvimos a la escuela.

Con protocolos inaplicables en muchos edificios,  con la continuidad de la virtualidad por falta de agua o baños o con presiones de directivxs para ignorar las condiciones edilicias, volvimos a las aulas. Con toda certeza, mejoró el aprendizaje, el análisis de sí fue o no al costo del aumento de casos hoy podemos dejarlo para epidemiólogues, lo que nos interesa como docentes es preguntar cuántos volvimos realmente. Nos encontramos con una deserción altísima, producto de la falta de vinculación que mencionábamos antes y, principalmente, de una crisis económica que llevo a muchos jóvenes a trabajar todo el día, a familias enteras a mudarse  con otros grupos familiares para compartir gastos, a niñes quedándose sin mayores que salían todo el día a conseguir lo mínimo. Un entramado de problemas socioeconómicos que requiere de soluciones integrales encausado en una orden: que la escuela re-vincule. ¿Cómo? ¿Con qué recursos? 

 

Con precarización laboral.

Llegan en distintos momentos los planes ATR, ATR+, FORTE, etc. Contratos a plazo fijo que no garantizan estabilidad laboral, pagos sin bonificaciones no remunerativas, trabajo los sábados. Programas superpuestos y otra vez improvisados. En 2021, lamentablemente, anunciados de manera repentina, luego de un resultado desfavorable en las elecciones PASO. Todos cubiertos por la angustia y desesperación de tantos y tantas docentes sin trabajo o con la mitad de la carga horaria que teníamos pre pandemia, debido a un sistema de actos públicos digitales que demoraba semanas (y hasta meses) la asignación efectiva, generando falta de fuente laboral y sobrecarga para quienes estaban en planta funcional y, en paralelo, ahorro para el Estado.

 

¿Y lo positivo?

Lo de siempre, la vocación, les niñes, les jóvenes, el 'te extrañé, seño', el ‘te prometo que no falto más, prece’, el 'ahi entendí, profe', les compas, la catarsis en el patio, el encuentro codo a codo en los repartos de mercaderías.

La ciencia, la salvadora en esta película de terror que fue la pandemia; cuántas veces la citaremos como ejemplo en nuestras futuras clases.

La evidencia de que no había baños suficientes hacía décadas, de que las canillas no andaban, las obras postergadas que tuvieron que hacerse (aún con las muchísimas que falten).

La organización por abajo, en muchas escuelas, exigiendo que se cumplan los protocolos, que se respeten las condiciones de trabajo, que se garanticen los derechos de estudiantes y trabajadorxs.

 

El sindicato.

La conducción Celeste distrital y provincial del SUTEBA estuvo dos años aplaudiendo y agradeciendo cada anuncio del Gobierno, confundiendo su afiliación partidaria con su rol de representantes de la docencia. Escribiendo presentaciones tardías ante los reclamos o asesorando casos puntuales, minimizó cada conflicto con explícito pronunciamiento de su pertenencia al Frente de Todos y culminó este ciclo lectivo con asamblea y congreso de festejo triunfalista. 

 

Algunas conclusiones.

El bienio nos deja con cansancio por la sobrecarga laboral y por la invasión de los tiempos personales. Con impotencia por las veces que nos ordenaron aplicar programas surrealistas sin escuchar qué necesitábamos para hacer lo que sabemos: enseñar. Con conflictos en el ámbito laboral porque muches directives, al sentir la sobreexplotación de sus superiores, la reproducían y trasladaban casi de forma automática al cuerpo docente. Con más dudas que certezas sobre qué y cuánto se aprendió realmente, pero sobretodo con la bronca de no poder evaluar nuestro propio proceso de enseñanza porque no fue tal, fue impuesto, improvisado y, principalmente, descontextualizado. La política educativa se basó en encuestas de opinión pública y persiguió el objetivo de competir con las medidas de la derecha que gobierna CABA (o de contentar a la derecha que puja dentro del gobierno de la provincia), la política educativa fue más campaña mediática que pedagógica y eso no debe volver a pasar.

 

Es nuestra intención, con este texto, dejar registro de cientos de charlas en patios, salas de maestrxs y profes, de lo que sentimos, vivimos y pensamos muches docentes; desearnos también un merecido descanso y hermosas vacaciones, para recuperar energías para volver a juntarnos a defender: qué, por qué y para quiénes enseñamos.

 

Lista Marrón - SUTEBA F. Varela.

9 de diciembre de 2021.