jueves, 24 de marzo de 2016

40 AÑOS NO OLVIDAMOS, NO PERDONAMOS, NO NOS RECONCILIAMOS


 

  Hace 40 años daba inicio la dictadura más sangrienta de todas las que atravesó nuestro convulsionado siglo XX. A comienzos de la década del ´70 los sectores populares (la clase obrera fabril, las juventudes estudiantiles y sindicales, las organizaciones barriales, etc.) se situaban en un punto de organización y desarrollo que comenzaba a poner en jaque al sistema de dominación de la burguesía. La necesidad de subvertir el orden de la explotación estaba al orden del día, ya no alcanzaba con las migajas que pudiera repartir el poder. Por un momento, nuestros compañeros de aquel entonces pensaron que se podía llegar a “tomar el cielo por asalto”. Sin embargo, la reacción fue espantosa. Apoyados por el imperialismo y un ataque a todas las fuerzas populares y revolucionarias latinoamericanas, las Fuerzas Armadas y un grupo de civiles más la alta jerarquía católica, utilizaron las instituciones del Estado argentino para reprimir, secuestrar, torturar, asesinar y desaparecer. Su plan estaba claro: a través del terror se intentaba recomponer la tasa de ganancia de las clases poseedoras en detrimento de las clases trabajadoras.

  La Escuela no estuvo ajena a tanto terror.  Los servicios de inteligencia se infiltraron en las instituciones educativas con el fin de perseguir a alumnos, docentes y padres que manifestaran actitudes “subversivas” según la terminología empleada por los represores. Esto derivó en cesantías, despidos, detenciones ilegales y desapariciones. Un caso emblemático a nivel nacional fue la denominada “Noche de los lápices”, en septiembre de 1976, durante la cual grupos de tareas de la ciudad de La Plata secuestraron a más de una docena de estudiantes secundarios. Se calcula que son alrededor de 350 los estudiantes secundarios detenidos desaparecidos por la dictadura a nivel nacional. En Florencio Varela el caso Santa Lucía es emblemático: 10 alumnos que se habían enfrentado a la política cuasi fascista del rector M. E. Rodríguez fueron secuestrados y desaparecidos. Además de los asesinatos y desapariciones, la educación estuvo atravesada por un discurso autoritario que censuró las voces disidentes (prohibiendo libros, fomentando la delación, transformando las escuelas en pequeños cuarteles), acalló cualquier tipo de protesta e intentó disciplinar por la fuerza los intentos de rebeldía.

  No obstante el nivel de represión desatada, la resistencia popular al plan económico de la dictadura, la vergüenza que significó la derrota de Malvinas y las denuncias internacionales sobre las violaciones a los derechos humanos pusieron a la dictadura en retirada. En el ´83 se recuperó la democracia con el costo de 30 mil desaparecidos y un tejido social destrozado por años de terror. Consecuencia de esto sería la incapacidad del pueblo para organizar la resistencia a los sucesivos planes económicos ajustadores de Alfonsín, Menem y De la Rúa. Los años de democracia le devolvieron al pueblo la posibilidad de elegir sus gobernantes pero bajo la presión creciente de organismos internacionales, de las sucesivas amenazas de crisis económicas y un nivel de represión profundo que se acrecienta año a año y que ya no tiene a los militantes políticos como sus principales apuntados, sino a los jóvenes de las barriadas pobres, muchas veces alumnos de nuestras escuelas, que mueren víctimas del gatillo fácil policial o de los mercaderes de la droga. La CORREPI (Coordinadora contra la represión policial e institucional), calcula en miles el número de jóvenes asesinados por la policía en todo el país desde la vuelta a la democracia, que tiene en el adolescente Luciano Arruga -perseguido por la policía bonaerense ya que se negaba a robar para ellos- a uno de sus más trágicos ejemplos).

  La represión en democracia, deuda pendiente si se quiere construir una sociedad verdaderamente liberadora se llevó la sangre de un joven militante como Mariano Ferreyra o la del docente Carlos Fuentealba, asesinado por defender la educación pública y la dignidad de su tarea, además de haber vivido la desaparición en democracia de Jorge Julio López, sobreviviente de la dictadura y testigo clave en los juicios de La Plata. Todos estos últimos casos ocurridos durante el gobierno kirchnerista que se postulaba como defensor de los derechos humanos mientras se encargaba de poblar de policías y gendarmes cada rincón del país.
  
  Por todo ello, hoy más que nunca decimos desde la LISTA MARRÓN que no abandonaremos la lucha por la construcción de una sociedad en la que el hombre deje de ser el lobo del hombre, en la que triunfe el respeto por la dignidad de las personas, pero sobre todo una sociedad en la que los culpables, sean juzgados y terminen sus días presos en cárcel común.

    LISTA MARRÓN

UNIDAD, ORGANIZACIÓN Y LUCHA.

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